La arepa venezolana no
solo llena el estómago, también el corazón, más aún si se degusta en familia.
Esta combinación perfecta de sabor y amor, enciende la felicidad y llena el
alma, del primer al último bocado y más allá del paladar, a través de la
sangre, esa que nos une, hasta hacer invisible las distancias, como está en la
que me mido, desde Madrid, a todos aquellos lugares a los que ahora pertenezco.
Principalmente Venezuela.
Si se come lejos de casa,
la arepa le hará viajar; si se come ahí, en el corazón del hogar, también.
Porque este plato es la muestra de amor que alimenta los recuerdo y cuando no,
de la nada, los crea. La mejor conciliadora, siempre bienvenida, en la hora
exacta, en cualquier día del año. Caliente y bondadosa, ingenua, sencilla,
perfecta y tierna. Y todo el que la come, repite.
Aprenda, pues, con estos
sencillos pasos, a preparar el pan venezolano, la reina de nuestra gastronomía,
la mejor amiga, a veces, la fiel, la exquisita y sabrosa, arepa venezolana.
- Un par de manos limpias, cariñosas y suaves.
- Agua. Mucha.
- Harina de maíz precocida, que habrá que comprar.
- Sal. Un pellizco mezquino, o una completa cucharadita, depende de usted.
- Fuego, para cocinarlas.
Preparación:
Se llena de agua un cuenco
hasta que la vista y el estómago se pongan de acuerdo y digan ¡Suficiente! Debe
ser amplio porque han de caber en él, sus manos. Se agrega la sal y poco a poco
la harina, hasta que la mezcla, a la que ahora hará usted el amor con las
manos, se torne firme. A continuación, hunda, amase, apriete, refriegue,
envuelva y acaricie hasta que ella, sencillamente complacida, se convierta en
una masa suave, consistente y torneable como un gres, porque ahora deberá dar
forma, como una escultura, como una obra de arte, a la arepa.
Creará primero una bola
que quepa perfectamente en su puño, e irá forjando, a punta de aplastar y moldear,
una torta redonda y gruesa. El grosor y el radio dependerán del tamaño de su
antojo.
Y así, irán a la sartén,
previamente calentada y con aceite barnizada, hasta que se cuezan y tuesten,
cada una, en orden de entrada y por ambas caras.
Tips
Sabrá que están listas las
arepas, porque al golpearlas con las manos, estas producirán un sonido hueco y
seco.Acompañe el proceso creativo con salsa, de la más bailable. Oscar de León, Celia Cruz, Alberto Santiago y, ¿por qué no?, Salserín.
Deberá abrirlas con un cuchillo de mesa y rellenar con lo que más le apetezca: Cazón, carne mechada, plátano frito, queso rallado, pollo esmechado, huevo frito, atún, caraotas o frijoles. En definitiva, con lo que usted quiera, porque la arepa no discrimina ni juzga, es amable, receptiva y se adaptará siempre a cualquiera de los acompañamientos con los que usted decida rellenarle.
Pero la arepa, como he
dicho, no es solo el plato típico de un país. Más que eso, se trata de una
conexión con la tierra, con la sangre y con los recuerdos. Con el lazo maternal, de quien recibimos, por norma, la primera de ellas, allá, en la más
lejana infancia. En cuya textura quedan marcadas sus huellas, y cuando la
comemos, devoramos también, a través de estas, a la persona misma, a nuestra
madre, su aliento y su amor que con el fuego, ha quedado fundido, adherido para
siempre a nuestra arepa. Y esta es, pues, la forma de heredar y transmitir, en
comunión, todo lo que ella quiera enseñarle a su hijo. Porque lo que una madre
prepara delicadamente con sus manos, y uno devora con la boca, no se separa
nunca de nuestras vidas, no nos abandona, nos guía siempre hasta que podemos
volver a saborearlas, en esta vida o en la próxima, aquí en Madrid, o en
Venezuela.
1 comentario:
La arepa es el amor hecho comida,es blanca y pura, esta llena de bondad y siempre te lleva a la raíz. Este plato indigena esta lleno de historia y ancenstralidad, es un homenaje a la riqueza de nuestras tierras unidas por el maiz
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