Estos días dulces son de Lima. El azúcar cae del cielo y
se transforma en picarones con miel, en las manos de una mujer morena de rostro
iluminado, que se llama Carmen.
Mis últimos días son dulces. Me preparo para volver. Suelto
un plato y cojo otro.
Una cachanga de platano me abraza y me ata los cordones
de los zapatos. Me tropiezo con el arroz con leche, con el arroz zambito, con
la mazamorra morada, con el pie de manzana y el keke de casa, con los piononos
y los pañuelos.
A Lima hay que venir con el estómago vacío.
Las nubes son, de paso, algodones de azúcar que no precipitan.
Yo alcanzo a cogerlos con las manos. Es azúcar pura, caña, miel, panela y melao.
Copio recetas. Me aseguro de un contrabando básico, que
me permita extender en Málaga, estos días de nubes y azúcar. El tiempo, que se
ha de transformar en futuro y que una vez fue pasado, también es dulce y lo
saboreo despacio.
Estas mismas palabras que se ha de tragar el ciberpolvo, servirán para endulzar turrones
y tresleches, para hacer manjar y untarlo en todas las recetas abandonadas.
Para el budín y la crema volteada.
Los picarones de Carmen me recuerdan que es navidad
porque saben a anís, y al morderlos, despierto; no en Málaga, sino en mi habitación, un veinticinco de diciembre, rodeado en tropel, de regalos y de otros
dulces, los de mi mamá. Estoy a su lado abriendo paquetes envueltos. En el
interior están más sus ilusiones que las mías. Más su felicidad.
Su mirada me cuida de la gula. Hay galletas, torta negra
y de pan.
Armo mi nuevo castillo de He-Man y lo estreno con el bullicio de una gaita que todavía suena
desde anoche. El titilar de las luces del nacimiento y el árbol adornado
también con su amor.
Estamos juntos.
Finalmente, alguien se apiada y extiende al niño, una taza con dulce de lechoza.
Cuando lo pruebo, justo al morderlo, chorrea sobre mis
labios el melao caliente de los picarones de Carmen. Le pago un sol cincuenta y
me subo al bus con las manos llenas de miel. Cruzo Lima mientras me chupo los
dedos porque en ellos, todavía queda el sabor dulce de la lechoza con clavo, las
gaitas, las luces, mi mamá y mi castillo de He-Man, que aún hoy, es un dulce recuerdo.
Estamos juntos.
Finalmente, alguien se apiada y extiende al niño, una taza con dulce de lechoza.
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