1 de marzo de 2012

Bebo Vinotinto


La experiencia de anoche fue sencillamente única, no hay otra manera de describirla. Viví el partido con intensidad y agonía, agarrado a una bandera que mi hermosísima madre me envió previamente por correo, y que luego me sirvió de capa para salir del estadio de La Rosaleda con la frente en alto y orgulloso de tener una selección como La Vinotinto.

No voy a contar ni a describir la evidente ventaja con la que España se impuso anoche sobre Venezuela, independientemente de la cantidad de goles, ya que en realidad el dominio en el campo se sintió más allá de eso, se sintió incluso moralmente, aunque debo decir que los primeros 25 minutos, los vinotintos contuvieron muy bien a la campeona del mundo e incluso llegaron a desarrollar una buena defensa, donde Vizcarrondo fue imprescindible.

Lo que sí quiero contar son anécdotas como que, los pocos venezolanos presentes en el estadio estábamos totalmente dispersos, salvo un grupo más o menos grande que, instrumentos en mano, armaron una autentica fiesta a ritmo de tambor. Fiesta que por cierto, alargaron hasta después de terminado el partido, concentrándose para ello en plena puerta principal del estadio.

Yo en cambio estaba rodeado de españoles, creo que era la única bandera venezolana de la zona, aún así, no me amilané a la hora de gritar ¡dale Rondón! y ¡Coño ´e su madre! Cuando España marcaba gol, o simplemente aplaudir cuando el momento lo exigía.

La gente de mi alrededor, todos con camisetas de La Roja, vuvuzelas, bufandas y pancartas exigiendo a Iker una camiseta o un guante, fueron de lo más amables, algunos incluso hasta se disculpaban conmigo cada vez que marcaban. Otros se atrevieron –para mi sorpresa- a elogiar a la selección venezolana, sobre todo por su participación en la última Copa América.

Al final recibí muchas palmadas en la espalda, comentarios alentadores e incluso una que otra felicitación. Sin dunda, una de las mejores cosas de la noche. Aunque también me gustó muchísimo que cuando Rondón abandonó el estadio, recibiera el aplauso del público en su conjunto, españoles y venezolanos. Durante el partido algunos se atrevieron a comentar que si marcaba algún gol, no les importaría. Y también pedían a gritos que no le lesionaran. Y así fue la noche…

Finalmente, me despido con la siguiente reflexión: antes, durante y después del partido solo escuché buenos comentarios sobre La Vinotinto, la gente fue muy respetuosa, todos nos la pasamos bien viendo a nuestras selecciones. Es triste en cambio escuchar a venezolanos hablar paja de nuestra selección, refiriéndose a ella incluso como la peor del mundo. Con ese tipo de estímulos no vamos a Brasil.

PD: El título de este post y el post en sí, es simplemente un homenaje a la selección venezolana de futbol profesional.

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