Este año tengo el grandioso privilegio
de haber sido seleccionado como jurado de la sección de documentales,
concretamente para otorgar el premio del público. Me espera pues, una semana,
18 películas y un voto.
Durante las primeras jornadas he podido
visionar los documentales: Hijas de
María Paz González, una historia que comienza como la búsqueda de raíces
físicas y termina convirtiéndose en el encuentro de una identidad interior; El velador de Natalia Almada, un
documental mexicano que muestra como la muerte de unos se convierte en la vida
de otros; Hijos de las nubes de
Álvaro Longoria, quizás lo más comercial que haya visto hasta ahora, una
historia que se adentra en el conflicto saharaui; e Historia de un crimen de estado de Eduardo Cubillo, narra la
historia de los movimientos independentistas canarios de los años ’70, concentrándose
en el atentado que sufrió su líder más visible, Antonio Cubillo.
Hasta ahora podría decirse que predominan dos estilos claramente diferenciados, uno más tradicional y clásico, y otro innovador que mezcla el documento con un hilo levemente ficticio.
A la espera de otros catorce documentales de distintas nacionalidades y de un viernes deliberador, me despido con la única intensión de disfrutar de este festival, tanto como me sea posible. ¡Que viva el cine!
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