26 de julio de 2016

No Porto de meus sonhos

En el Porto de mis sueños, caben todas las ciudades en las que he estado. Todas ellas guardan algo de mí, y yo, llevo para siempre algo de ellas. Desde los pequeños pueblos del Caribe y el Llano de Venezuela, hasta la Europa de mi juventud.
 
Y el paso de los años, que no ha hecho más que acumular recuerdos a granel, que hacen que la maleta sea cada vez más pesada y que el regreso al hogar se extinga en el horizonte atlántico que hoy es testigo de mis nuevos sueños; una verdad como un cerro.
Esta ciudad, estas calles curvas que huyen de la perfección, que son borrosas, ruidosas, trepidadas bajo la mirada que las contempla. La mía. También, son el escenario de esta nueva etapa adulta, que hoy pasa página. El guion, como siempre digo, se sigue escribiendo solo. Sin autor, sin estructuras. Tan solo hay un corazón movido por el deseo de ser feliz, de acumular personajes e historias, de escribirlas, y de regresarlas al mundo, otra vez, bajo el filtro de un escritor, ingenuo, inseguro y eternamente conmovido.

 
La belleza que guardan los lugares, están lejos de paisajes y monumentos. Incluso lejos del mar, ese que tanto quiero.
En cambio, tiene que ver con la filosofía de vida, condicionada, accidentalmente, por sus propias geografías. Hecha de hábitos, no de ladrillos. Relieve, mapas y gentilicios. Así, catedrales, ríos, barcos, torres esbeltas, nubes y olas blancas, arcos y puentes; son en verdad un agasajo a la naturaleza humana que se ha retratado así misma, a lo largo de los siglos en todos aquellos espacios que, a saber, ha ido ocupando. El mundo es nuestro reflejo más auténtico, un glosario de definiciones interiores. Manual de uso para inadaptados e incrédulos, que también son humanos.
 
Por eso, Porto es un resguardo del pasado, del suyo, del mío, de tantos. Un espacio físico e intelectual, dentro y fuera de mis recuerdos. Aquí se quedará también, como en tantos sitios, otra parte del viajero.
Su cuerpo va siendo erosionado, lentamente, al compás de sus propios sueños. Se desvanece en sus fotografías, se disuelve dentro de todo lo que le es tangible, y continuará su viaje, aunque este muriendo.
 

Hay fragmentos suyos esparcidos por el camino, hasta llegar a ese destino final que ni siquiera él mismo conoce. El futuro: Una cosa efímera y onírica, un sueño, una ficción, una película en blanco y negro.
Allá está él, en partes, reconstruyendo todo lo vivido, y así mismo, en Porto, en un sueño.

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