En Porto bebemos mucho
vino. Yo ya me acostumbré. Tendrás que acompañarme en cada copa, embriagarte
conmigo en el almuerzo y en la cena, recorrer a pie estas calles pintadas que conozco
casi de memoria, que me son ya familiares y que de a poco se han convertido en
un hogar.
No hay nada más bonito que
tener un hogar, pero más bonito aun es tener varios. Y aunque la vida me ha
regalado ya unos cuantos, este, este amor, es especial. Porto me ha llevado,sin querer, a mi niñez, y todo lo que me haga viajar a ese lugar -porque, no sé
tú, pero mi infancia no es un tiempo pasado sino un lugar presente, que puedo
visitar cuando quiera. Me la paso yendo y viniendo-; todo lo que me lleve allí,
decía, también es un lugar querido, y todo a lo que le tengo cariño quiero
compartirlo contigo. Todas las cosas que uno ama, solo desea verlas juntas, en
armonía. Así, amando y siendo amado, las personas alcanzan la auténtica belleza
de aquello que les hace realmente humanos, si es que somos humanos de verdad.
Todo eso lo vas a poder
comprobar aquí en Porto. Porque en el río, todavía hay barquitos y pescadores
que salen de madrugada y venden todo al amanecer, y las personas mayores son
tratadas con respeto y en general hay mucha amabilidad en las calles, más que
en cualquier otro sitio donde yo haya estado. Como en Venezuela, no la de
ahora, tristemente corrompida, viciada, distorsionada, coloreada de rojo y de
hambre, cada rincón, sino la de antes, la que me vio crecer, en esa Venezuela
el pan salía caliente de las panaderías y no llegaba jamás, amor, entero a
casa. Era así. Y duraba días, después podías hacer con él tantas cosas, postres
riquísimos, caseros, maternos. Allá también tendrías que ir.
En ese viaje, como en este
que ahora imagino, entenderías mejor mi forma de pensar la vida.
En el río, en el camino al
lado del río, en los puentes, hay tantos.
Imagino que desde el
puente vemos el cielo, desde el cielo el puente, y a nosotros dos, cruzando a
nados, flotando, volando, el río que cerca toda esta ciudad.
Ellos (arquitectura de tantas
épocas), no son solo una muestra de las capacidades viales de Porto o de su
infraestructura. Yo veo en estos puentes, una cualidad romántica que define
también a las personas, cómo se relacionan, trabajan, cooperan, suman, ayudan,
atienden, sirven… o tal vez es una percepción inocente. Pero es mi percepción y
tiene toda la vigencia del mundo, amor, en el momento en que te escribo esto y
sueño que vienes a verme, y estamos juntos viendo el casco histórico desde
arriba, despertando con las gaviotas, casi cantando con ellas, ahora en el
verano y en el insoportable helado invierno, y no te vas nunca de esta pequeña
habitación, del mercado en ruinas lleno de señoras sabias a quienes la vida se
les va en tus narices y tú compras, enternecido, las frutas de temporada, para
devorarlas en el parque, en la playa, frente al sol, en alguna calle empinada,
de nuevo frente al sol, pero más tarde, al atardecer que acaba por colorear
todavía más, amor, estas calles de Porto.
Y aquí te quedas conmigo,
o no, o nos vamos juntos a buscar a Porto, en cualquier otro lugar del mundo.
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