4 de enero de 2014

La marca socialista



El socialismo chavista no es ya ni siquiera la ilusión de un ideal. Se ha quedado en mera imagen de marca. Una marca sostenida por el desencanto por un discurso capitalista fracasado, que en el caso venezolano vino endosado a modo de 40 años de nefasto bipartidismo y grandes desigualdades[1]. Por una parte, que sirvió nada menos para que Chávez llegará al poder. Y por otra, sostenida a base de propaganda al mejor estilo soviético, aunque no hay ni rastros de constructivismo ruso por ninguna parte. Y la propaganda, créanlo o no, es muy poderosa.





Lo que se esconde en el fondo es un capitalismo de estado, tanto o más salvaje que el otro. Pero a diferencia de China, con malos administradores, con una industria destruida y una corrupción que se erige como la nueva base moral de una sociedad que debe transitar por ella, como casi única alternativa de supervivencia. Estilo de vida y nuevo modelo ético camuflado de venezolanismo e idiosincrasia criolla y que, como tal, ha calado con la más absoluta comodidad. Va, para que se entienda, desde la modalidad de levantar una multa de tráfico, hasta la manera de aplicar la normativa de distribución de divisas entre las hijas de Chávez y las sobrinas de la primera dama, Cilia Flores.



Mientras que la brecha entre clases es cada vez más grande y la realidad es que la élite política es, con el mayor de los descaros y lo que es peor, con el respeto y la admiración de los votantes chavistas: la nueva burguesía. Pudientes todopoderosos que lo mismo salen de compras por la Gran Manzana, que se sientan en cualquier programa de televisión a alimentar esa imagen de marca, a hablar de las bondades del socialismo, de la igualdad de clases, del poder de la clase obrera sobre la casta empresaria y del imperio opresor[2]. Hay para eso, una importante red de medios de comunicación, lo suficientemente amplia, poderosa y politizada, para darle curso y repetir hasta convertir en verdad[3], los valores de la marca socialista. De la misma manera que Starducks, repite y convierte en verdad sus valores de amistad, amor y estilo de vida. Hasta el punto que, lo que priva al visitar una sus franquicias no es desde luego la calidad de su café, sino el que en la foto que nos hagamos tomándonos ese café, pueda verse su logo, cuanto más y más grande mejor. El socialismo es comprado en Venezuela de la misma manera a través del voto.




A la receta se suma una oposición patética, capaz de poner en práctica los mismos vicios antidemocráticos propios del régimen chavista, como la reelección indefinida o el pasar por encima de unas elecciones primarias que, para que se entienda es casi lo mismo que quemar las urnas electorales y no contar los votos. Y que ha convertido en principal refugio ideológico al fraude electoral, cuando la realidad es que ni el chavismo es invencible, ni incapaz de reconocer sus derrotas. La oposición puede tener a su favor el valor y la fuerza de enfrentarse a un sistema pseudodictatorial y denunciar hasta la saciedad lo que ya es obvio, pero sin duda carece de discurso (sobre todo en lo económico) y de valores democráticos.


La imagen de marca del socialismo chavista, basada únicamente en lo icónico, es capaz de unir conceptos tan distantes como a Bolívar y a Marx, cuando la realidad es que éste último por el otro, sentía poco menos que animadversión y un profundo rechazo hacía sus ideales[4]. Del mismo modo que iconos como el Che Guevara, Cuba o Fidel Castro, forman parte del imaginario socialista, conecten estos o no. Y fíjense si es solo un imaginario utópico, que en 14 años de gobierno, Venezuela no ha sido capaz de romper lazos comerciales con Estados Unidos, esa nación situada en las antípodas de los principios socialista y enemiga sin querer de la República Bolivariana de Venezuela, porque la cruda realidad es que de la venta de petróleo al norte se financia buena parte de la demagogia chavista: las lavadoras a precios reducidos, la comida subsidiada, las empresas no productivas que solo dejan pérdidas… La imagen de marca. Porque lo importante es cómo se vende esa marca, no su contenido. Qué más da cómo sepa el café de Starducks.


Puede que el chavismo solo pueda ser derrotado por sí mismo. La ausencia de alternativas, aunque hay sin duda voces medianamente interesantes como la de María Corina Machado o la del no practicante Luis Vicente León; sumado a su propia incapacidad de dirigir la totalidad del sector productivo venezolano, llevaran probablemente a un descalabre de adentro hacia afuera en todos los vértices sociales. En la senda económica de lo insostenible, todo subvencionado por el petróleo, solo hay un final posible y ellos lo conocen. Las empresas socialistas a diferencia de Starducks, no generan ganancias. La imagen de marca no lo es todo, puede sostener gobiernos por mucho tiempo, pero no para siempre.




[1] Brillantemente ilustrada por Miguel Otero Silva en su Cuando quiero llorar no lloro.
[2] De esto entendía mucho José Ignacio Cabrujas cuando escribió El día que me quieras.
[3] Léase sobre los efectos de la televisión y los medios de masa en Sobre la televisión de Pierre Bourdieu o en Cuatro buenas razones para eliminar la televisión de Jerry Mander, por ejemplo.
[4] Léase Simón Bolívar de Karl Marx, publicada en 1857.

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