El
socialismo chavista no es ya ni siquiera la ilusión de un ideal. Se ha quedado
en mera imagen de marca. Una marca sostenida por el desencanto por un discurso
capitalista fracasado, que en el caso venezolano vino endosado a modo de 40
años de nefasto bipartidismo y grandes desigualdades[1]. Por una parte, que sirvió
nada menos para que Chávez llegará al poder. Y por otra, sostenida a base de
propaganda al mejor estilo soviético, aunque no hay ni rastros de
constructivismo ruso por ninguna parte. Y la propaganda, créanlo o no, es muy
poderosa.
Lo
que se esconde en el fondo es un capitalismo de estado, tanto o más salvaje que
el otro. Pero a diferencia de China, con malos administradores, con una
industria destruida y una corrupción que se erige como la nueva base moral de
una sociedad que debe transitar por ella, como casi única alternativa de
supervivencia. Estilo de vida y nuevo modelo ético camuflado de venezolanismo e
idiosincrasia criolla y que, como tal, ha calado con la más absoluta comodidad.
Va, para que se entienda, desde la modalidad de levantar una multa de tráfico,
hasta la manera de aplicar la normativa de distribución de divisas entre las
hijas de Chávez y las sobrinas de la primera dama, Cilia Flores.
Mientras
que la brecha entre clases es cada vez más grande y la realidad es que la élite
política es, con el mayor de los descaros y lo que es peor, con el respeto y la
admiración de los votantes chavistas: la nueva burguesía. Pudientes
todopoderosos que lo mismo salen de compras por la Gran Manzana, que se sientan
en cualquier programa de televisión a alimentar esa imagen de marca, a hablar
de las bondades del socialismo, de la igualdad de clases, del poder de la clase
obrera sobre la casta empresaria y del imperio opresor[2]. Hay para eso, una importante
red de medios de comunicación, lo suficientemente amplia, poderosa y politizada,
para darle curso y repetir hasta convertir en verdad[3], los valores de la marca
socialista. De la misma manera que Starducks, repite y convierte en verdad sus
valores de amistad, amor y estilo de vida. Hasta el punto que, lo que priva al visitar
una sus franquicias no es desde luego la calidad de su café, sino el que en la
foto que nos hagamos tomándonos ese café, pueda verse su logo, cuanto más y más
grande mejor. El socialismo es comprado en Venezuela de la misma manera a
través del voto.
A la
receta se suma una oposición patética, capaz de poner en práctica los mismos
vicios antidemocráticos propios del régimen chavista, como la reelección
indefinida o el pasar por encima de unas elecciones primarias que, para que se
entienda es casi lo mismo que quemar las urnas electorales y no contar los
votos. Y que ha convertido en principal refugio ideológico al fraude electoral,
cuando la realidad es que ni el chavismo es invencible, ni incapaz de reconocer
sus derrotas. La oposición puede tener a su favor el valor y la fuerza de
enfrentarse a un sistema pseudodictatorial y denunciar hasta la saciedad lo que
ya es obvio, pero sin duda carece de discurso (sobre todo en lo económico) y de
valores democráticos.
La
imagen de marca del socialismo chavista, basada únicamente en lo icónico, es
capaz de unir conceptos tan distantes como a Bolívar y a Marx, cuando la realidad
es que éste último por el otro, sentía poco menos que animadversión y un
profundo rechazo hacía sus ideales[4]. Del mismo modo que iconos
como el Che Guevara, Cuba o Fidel Castro, forman parte del imaginario
socialista, conecten estos o no. Y fíjense si es solo un imaginario utópico,
que en 14 años de gobierno, Venezuela no ha sido capaz de romper lazos
comerciales con Estados Unidos, esa nación situada en las antípodas de los
principios socialista y enemiga sin querer de la República Bolivariana de
Venezuela, porque la cruda realidad es que de la venta de petróleo al norte se
financia buena parte de la demagogia chavista: las lavadoras a precios
reducidos, la comida subsidiada, las empresas no productivas que solo dejan
pérdidas… La imagen de marca. Porque lo importante es cómo se vende esa marca,
no su contenido. Qué más da cómo sepa el café de Starducks.
Puede
que el chavismo solo pueda ser derrotado por sí mismo. La ausencia de
alternativas, aunque hay sin duda voces medianamente interesantes como la de María
Corina Machado o la del no practicante Luis Vicente León; sumado a su propia incapacidad
de dirigir la totalidad del sector productivo venezolano, llevaran probablemente
a un descalabre de adentro hacia afuera en todos los vértices sociales. En la
senda económica de lo insostenible, todo subvencionado por el petróleo, solo
hay un final posible y ellos lo conocen. Las empresas socialistas a
diferencia de Starducks, no generan ganancias. La imagen de marca no lo es
todo, puede sostener gobiernos por mucho tiempo, pero no para siempre.
[1] Brillantemente ilustrada por Miguel
Otero Silva en su Cuando quiero llorar no
lloro.
[2] De esto entendía mucho José Ignacio
Cabrujas cuando escribió El día que me
quieras.
[3] Léase sobre los efectos de la
televisión y los medios de masa en Sobre
la televisión de Pierre Bourdieu o en Cuatro
buenas razones para eliminar la televisión de Jerry Mander, por ejemplo.
[4] Léase Simón Bolívar de Karl Marx, publicada en 1857.
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