Cuando
la realidad supera mi capacidad de raciocinio y muchas veces también de
entendimiento; suelo pensar que es mejor buscar en otros, las luces necesarias
para entender al mundo y sobre todo la manera de obrar de algunos de sus
habitantes. Porque casi todo lo que ocurre en el presente, ha ocurrido ya de
alguna forma en el pasado.
Pero
miento, sí que puedo entenderlo, pero hay otros que lo pueden explicar mucho
mejor. Así, di con Historia de una
barrica (1704) de Jonathan Swift, ese que también escribiría Los viajes de Guilliver (1726).
Y
en él, un fragmento que, a manera de metáfora, puede perfectamente servir para
entender la forma de actuar de algunas barricas, aquellas que en medio de la
profunda crisis social que vive Venezuela, solo sirven para levantar la mano,
porque pensar, hace rato que dejaron de hacerlo.
A
continuación, un fragmento de Historia de
una barrica:
─<<Venid hermanos, dijo Pedro, servíos y no lo escatiméis, aquí
hay un excelente cordero; o si no, yo le echaré mano, os ayudaré>>.
Tras estas palabras, con mucha ceremonia, con cuchillo y tenedor, corta dos
buenas rebanadas de ese pan y se las presenta cada una en un plato a sus
hermanos. El mayor de los dos, que no capta con rapidez la idea del Señor
Pedro, comienza a examinar el misterio con lenguaje muy cortés:
─<<Señor, dice, me parece, con todos los respetos, que hay algún
error aquí>>.
─Cómo, dice Pedro, ¿estás de broma? Vamos entonces, haznos saber ese
chiste tan gracioso>>.
─<<En lo absoluto, señor; pero, a menos que yo esté muy
equivocado, vuestra señoría se ha dignado hace un momento decir unas palabras
sobre un cordero, y yo desearía verlo con todo mi corazón>>.
─¡Cómo, dijo Pedro aparentando gran sorpresa, no comprendo nada en
absoluto!>>
Aquí intervino el más joven para aclarar el asunto:
─<<Señor, dijo, creo que mi hermano tiene hambre, y suspira por el
cordero que vuestra señoría nos había prometido para cenar>>.
─<<Veamos, respondió Pedro, atended a razones; o ambos estáis
locos o queréis haceros los graciosos más de lo que yo estoy dispuesto a
tolerar. Si no os gusta vuestra porción, os contaré otra; aunque me parece que
ése es el trozo más escogido de toda la pierna>>.
─<<¿Cómo señor, replicó el primero, según vos esto es una pierna
de cordero?>>.
─Os ruego, señor, dijo Pedro, que comáis vuestra porción y ceséis en
vuestras impertinencias, si os place, pues no estoy de humor para paladearlas
en este momento>>.
Pero el otro, provocado en exceso por la afectada seriedad de la actitud
de Pedro, no pudo evitar expresarse así:
─<<Por Dios, señor, sólo puedo decir que para mis ojos y mis
dedos, y mis dientes, y mi nariz, esto no parece sino un mendrugo de
pan>>.
Lo cual el segundo corroboró diciendo:
─<<Nunca en mi vida vi un trozo
de cordero que se pareciera tanto a una rebanada de pan del de doce
peniques>>.
─<<Oídme, caballeros, gritó Pedro furioso, para convenceros de qué
par de ciegos , ignorantes, obstinados y fatuos testarudos sois, solo usaré
este sencillo argumento: ¡Por Dios que es cordero real, bueno, y natural como
cualquiera que haya en el mercado de Leadenhall; y Dios os confunda a ambos
eternamente si creéis otra cosa!>>
Una prueba tan fulminante como esta no dejaba lugar para la objeción;
los dos incrédulos comenzaron a recoger velas y a embolsarse sus errores lo más
rápidamente posible.
─<<Realmente, dijo el primero, considerándolo con
detenimiento…>>.
─<<¡Ay! Dijo el otro interrumpiéndole, ahora lo he pensado mejor,
vuestra señoría parece tener bastante razón>>.
─<<Muy bien, dijo Pedro, ¡eh, chico! Lléname un vaso de cerveza
con vino clarete. A vuestra salud, de todo corazón>>.
Jonathan Swift, 1704.
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