Nuestro único domingo en Margarita
comenzó coronándose, una vez más, con un baño de criollismo en el emblemático
Mercado de Conejeros en la ciudad de Porlamar, centro urbano y comercial más
importante de la isla. Allí desayunamos unas exquisitas empanadas, bautizadas
estas con unas espectaculares salsas de maíz, ajo o queso, y acompañadas de
unos auténticos zumos naturales.
Desayuno criollo en el Mercado de Conejeros |
De allí tomamos carretera rumbo a Punta
Arena, uno de los puntos más occidentales de la isla y sede de una naturaleza exquisita,
una arena muy blanca y un mar, como siempre, provocativo. Después de varias
horas remojados en esta hermosa playa, y con la inminente tormenta que encima
literalmente de nuestras cabezas, amenazaba con castigar, iniciamos nuestra
vuelta pero esta vez recorriendo en coche todo el borde de la isla, completando
una vuelta entera al volver a casa al final de la tarde.
Típica venta de coco frío en Punta Arena |
Una primera parada fue hecha en un
increíble mirador montañoso, desde el que se podía avistar una hermosa bahía,
la que alberga uno de los hoteles más importantes y emblemáticos de Isla
Margarita, el hotel Hesperia. Nuestra siguiente parada seria necesariamente
gastronómica, en la playa más famosa y concurrida de toda la isla, Playa El
agua.
Hotel Hesperia. Isla de Margarita, Venezuela. |
Su fama la debe en parte a su
extensión, 4 kilómetros de palmeras, chiringuitos, restaurantes, tiendas y
arena que se abren a una incalculable masa de turistas y locales que cada fin
de semana colman buena parte de su longitud. En el restaurante Aguadulce nos
sirvieron un supremo pollo con pistachos y salsa de tomates secos que, a día de
hoy, todavía recuerdo.
Playa El Agua. Isla de Margarita, Venezuela. |
Nuestra última noche terminó con un
recorrido exprés a los gigantescos centros comerciales margariteños: el Sambil
y Parque Costa Azul. (Continuará).
PD: El título de este post es un
homenaje a esa linda canción de Pablo Herrero y José Luis Armentero.
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