4 de mayo de 2012

Lourdes con naranjas



He crecido queriendo, admirando y viendo a Lourdes Valera en el cine, el teatro y la televisión. Esta mañana al despertarme, recibí la noticia de que ya no está con nosotros… ¿O si?


Comencé a admirar a Lourdes cuando hace unos 15 años, alquilé en el antiguo Blockbuster del elevado de Puerto La Cruz, Desnudo con naranjas de Luis Alberto Lamata. Esa primera escena, ese estallido al final del filme y las continuas referencias al presente, en el que aparecía ella caracterizada como una anciana relatando la triste historia de un cuadro; me dejaron completamente maravillado. En aquel momento supe que estaba ante una de las mejores actrices de Venezuela. Más recientemente, en Taita Boves volvió a desdoblarse y a convertir su cuerpo en algo totalmente desconocido (en total hizo 6 películas).






De su paso por la televisión la recuerdo por telenovelas como: La dos dianas, Contra viento y marea o El país de las mujeres, pero sobre todo por su fantástico papel en Ciudad bendita; aunque también apareció en clásicos como Topacio, Cristal y Señora. Su voz inconfundible y sus personajes casi siempre realistas, se convirtieron en alguna época de mi vida, en una de las buenas razones por la que encender el televisor valía la pena.

Su incursión en el teatro fue aun más temprana e interesante. Y aunque Confesiones de mujeres de treinta fue una producción meramente comercial, disfruté muchísimo con su personaje, lloré y reí en la sala de Puertoteatro de la avenida Municipal hasta en dos ocasiones. Era absolutamente placentero sentarse a escuchar aquellos monólogos tan divertidos, pero también reflexivos y aleccionadores (“la de la manchitaaaaa”).





Uno siempre cree que los artistas que tanto nos gustan, siempre estarán allí para maravillarnos una y otra vez con sus creaciones. Uno siempre cree que habrá otra función y otra oportunidad para verles nacer y morir sobre un escenario, y Lourdes es una de esas actrices que siempre quieres volver a ver por puro placer visual, sin importar el papel que haga y dónde o como.
 Estoy contento porque disfruté de todo se trabajo, pero también triste al percatarme de que su creación como artista se detuvo, que todo ahora es un recuerdo, un recuerdo vivo y bonito lleno de registros emocionales tan variados que resultará muy difícil desprenderse de ellos.
Desde que salí de Venezuela siempre pienso en todo lo que haré cuando vuelva, una de esas cosas era ir al teatro a ver a Lourdes Valera.
PD: El título de este post es un homenaje a la cinta de Luis Alberto Lamata y a su esposa Lourdes Valera.