26 de junio de 2017

Cocada


En la cocada está todo el Caribe. En el coco: el mar y el azúcar.
La que calma el calor, la que se lleva las palmeras consigo, la que estalla en la boca en un carnaval, en un delirio de salsa, de trópico y de piedras mojadas.
La cocada se menea al son del hielo. Baila entre la leche y la canela, y se deja llevar por las manos morenas que la sirven hasta las otras manos que la esperan. Se bebe gota a gota, porque en ella está el sabor cremoso de la tierra.
Elixir dulce y feliz. Bebida fría y bendita, que se toma de camino, que se bebe del Puerto a Lechería, que cruza contigo la aventura de ir a una isla y volver por la tarde. Que te embriaga de magia marina y brisa salada.
Que te revuelca, por último, en una experiencia deliciosa. Que te excita. Que te abraza antes de que se ponga el sol y en las noches calurosas. Envenenada a veces con ron, en Oriente o en cualquier lugar de la Costa. Del Caribe que se ahoga a los pies de sus cocos, mientras te resistes a beberlo todo, para que no se acabe nunca, para que no se le olvide al paladar que estás allí, en algún rincón de Venezuela.

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