4 de octubre de 2014

Tendencias

El asesinato de un venezolano es una estadística, el asesinato de una ex miss venezolana o de un diputado de la Asamblea Nacional, es noticia. Tristes reglas mediáticas que insisten en convertir lo visible en tendencia y volver lo anónimo, invisible. Ayer como el resto de mi país (porque no vivir en él no quiere decir que no sea también un poco mío) desperté con la terrible noticia de la muerte violenta del diputado por el PSUV, Robert Serra. Una vez más gana la inseguridad, pierde la revolución y vibra ese nuevo concepto de Patria que se ha revelado e instaurado de pocos años para acá en el imaginario venezolano. Un concepto al que recientemente traté de dar forma a través de otro artículo publicado en Guayoyo en Letras. 


Desde Málaga, a miles de kilómetros de La Pastora, donde ocurrieron los hechos, y a mitad de un curso de Marketing digital auspiciado por Google en el que estoy participando desde hace unos días, me ha tocado desayunar la noticia, como decía, de un nuevo crimen, siendo esto lo que precisamente menos llama mi atención. Lo que me parece increíble, despierta mi rabia, mi indignación y unas ganas locas de expresarme en este blog, son las lecturas que sobre el hecho, llevan a cabo esas dos Venezuelas en las que nos han querido dividir. Aunque en realidad yo prefiero hablar de una sola Venezuela, emulando en este caso a alguien a quien sigo y admiro profundamente, la periodista y disidente cubana Yoani Sánchez. En la presentación que tuviera el año pasado en la Torre de la Libertad en Miami, Sánchez contó con unas palabras sencillas y cercanas, cómo en un tren de Berlín, también a miles de kilómetros de La Habana, fue interpelada por un pasajero de la siguiente forma: ¿Tú eres de la Cuba de Fidel o de la Cuba de Miami?, a lo que ella respondió, una vez superada la breve impresión que pudo causar semejante pregunta: Chico, yo soy cubana de José Martí.

Esta mañana, trabajando con la herramienta Google Trends, me encuentro con que la palabra Robert Serra esta entre las más buscadas. Es la noticia. Es la tendencia. El mundo googlea su nombre y su muerte y moldea con cada click la nueva imagen de un país que antes era sinónimo de cosas bonitas.

También ayer debatíamos a letra suelta en el muro de mi amiga Brauly (perdón desde aquí por utilizar tu muro para estas cosas), sobre cómo el venezolano ha ido perdiendo todos sus principios, su identidad cultural e histórica y sus valores de profunda tradición latina y caribeña, para convertirse en esclavo y cómplice de una revolución. Las lecturas, digo, de la noticia de la semana, son, por una parte la del gobierno que no duda un instante en adjudicar autores, inventar razones y resolver el caso sin investigación ni nada. Y por otra, la de la oposición, no necesariamente la de sus líderes, aunque también, sino la de la gente que sigo en Twitter, mis contactos de Facebook e Instagram, y en general los usuarios que rodean mi entorno on line, venezolanos que celebran la muerte del diputado como una baja de la revolución. La frase Uno menos, se repite y se expande por las redes, llena la boca y los teclados de esa media Venezuela y lo peor, con ello crea, alimenta, consolida y justifica dentro de esos nuevos valores, la violencia.

Uno menos también es tendencia.

En esas dos Venezuelas, cobijadas por la destrucción del aparato productivo, por la escasez, las epidemias y por una economía paralizada, la sociedad ha sido empujada a convertir la corrupción en el único oficio que se pueda ejercer. Así, cada uno armado con su tweet, publicita la muerte como solución, como escarmiento o recompensa y, lo que es peor, el gobierno hace lo mismo cuando a quien asesinan es alguien conocido e identificado con la oposición. Una auténtica guerra de cadáveres: nosotros llevamos tantos muertos, pero ustedes llevan más, y así...


Finalmente, termino mi jornada de reflexión con la lectura del artículo de opinión que firmaba ayer Luis Vicente León para la revista digital Prodavinci, y me doy cuenta que todavía quedamos venezolanos de la Venezuela de Rómulo Gallegos, de Teresa Carreño, Simón Díaz y de la de Aquiles Nazoa. Yo soy y siempre seré de esa Venezuela.

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