El
asesinato de un venezolano es una estadística, el asesinato de una ex miss
venezolana o de un diputado de la Asamblea Nacional, es noticia. Tristes reglas mediáticas que insisten en convertir lo
visible en tendencia y volver lo anónimo, invisible. Ayer como el resto de mi
país (porque no vivir en él no quiere decir que no sea también un poco mío)
desperté con la terrible noticia de la muerte violenta del diputado por el
PSUV, Robert Serra. Una vez más gana la inseguridad, pierde la revolución y vibra
ese nuevo concepto de Patria que se ha revelado e instaurado de pocos años para
acá en el imaginario venezolano. Un concepto al que recientemente traté de dar forma a
través de otro artículo publicado en Guayoyo en Letras.
Desde
Málaga, a miles de kilómetros de La Pastora, donde ocurrieron los hechos, y a
mitad de un curso de Marketing digital auspiciado por Google en el que estoy
participando desde hace unos días, me ha tocado desayunar la noticia, como
decía, de un nuevo crimen, siendo esto lo que precisamente menos llama mi
atención. Lo que me parece increíble, despierta mi rabia, mi indignación y unas
ganas locas de expresarme en este blog, son las lecturas que sobre el hecho,
llevan a cabo esas dos Venezuelas en las que nos han querido dividir. Aunque en
realidad yo prefiero hablar de una sola Venezuela, emulando en este caso a
alguien a quien sigo y admiro profundamente, la periodista y disidente cubana
Yoani Sánchez. En la presentación que tuviera el año pasado en la Torre de la
Libertad en Miami, Sánchez contó con unas palabras sencillas y cercanas, cómo en
un tren de Berlín, también a miles de kilómetros de La Habana, fue interpelada
por un pasajero de la siguiente forma: ¿Tú
eres de la Cuba de Fidel o de la Cuba de Miami?, a lo que ella respondió,
una vez superada la breve impresión que pudo causar semejante pregunta: Chico, yo soy cubana de José Martí.
Esta
mañana, trabajando con la herramienta Google Trends, me encuentro con que la
palabra Robert Serra esta entre las
más buscadas. Es la noticia. Es la tendencia. El mundo googlea su nombre y su
muerte y moldea con cada click la nueva imagen de un país que antes era
sinónimo de cosas bonitas.
También
ayer debatíamos a letra suelta en el muro de mi amiga Brauly (perdón desde aquí
por utilizar tu muro para estas cosas), sobre cómo el venezolano ha ido
perdiendo todos sus principios, su identidad cultural e histórica y sus valores
de profunda tradición latina y caribeña, para convertirse en esclavo y cómplice
de una revolución. Las lecturas, digo, de la noticia de la semana, son, por una
parte la del gobierno que no duda un instante en adjudicar autores, inventar
razones y resolver el caso sin investigación ni nada. Y por otra, la de la
oposición, no necesariamente la de sus líderes, aunque también, sino la de la
gente que sigo en Twitter, mis contactos de Facebook e Instagram, y en general los
usuarios que rodean mi entorno on line,
venezolanos que celebran la muerte del diputado como una baja de la revolución. La frase Uno
menos, se repite y se expande por las redes, llena la boca y los teclados
de esa media Venezuela y lo peor, con ello crea, alimenta, consolida y
justifica dentro de esos nuevos valores,
la violencia.
Uno menos
también es tendencia.
En
esas dos Venezuelas, cobijadas por la destrucción del aparato productivo, por la
escasez, las epidemias y por una economía paralizada, la sociedad ha sido
empujada a convertir la corrupción en el único oficio que se pueda ejercer. Así,
cada uno armado con su tweet, publicita la muerte como solución, como
escarmiento o recompensa y, lo que es peor, el gobierno hace lo mismo cuando a
quien asesinan es alguien conocido e identificado con la oposición. Una auténtica
guerra de cadáveres: nosotros llevamos tantos muertos, pero ustedes llevan más,
y así...
Finalmente,
termino mi jornada de reflexión con la lectura del artículo de opinión que
firmaba ayer Luis Vicente León para la revista digital Prodavinci, y me doy
cuenta que todavía quedamos venezolanos de la Venezuela de Rómulo Gallegos, de
Teresa Carreño, Simón Díaz y de la de Aquiles Nazoa. Yo soy y siempre seré de esa Venezuela.
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