29 de julio de 2014

Balada de los recuerdos

A mí que me gusta tanto vivir de mis recuerdos, me toca de vez en cuando ir hasta donde están ellos; solos, añejando lo dulce y lo amargo de la vida, trayéndonos de vuelta y arrastrándonos al pasado cuando nos ven venir. Allí yacen personas, objetos y ciudades enteras. De lejos, parece que nunca me fui.


Al final, se convierte uno también en un recuerdo. Venimos entonces a alborotar los avisperos de la ausencia, esos que muchos prefieren llamar añoranza y que no hacen sino prolongar los más profundos anhelos del corazón.

Pero la ausencia es un agujero negro que galopa por el calendario con la plena libertad de nunca verse juzgada por los hombres, pues siempre tendremos la resignación, que no proporciona ninguna cura, pero alivia las penas y hace que sea más fácil vivir; mientras la ausencia, en su terrible desenfreno, se aferra a este que también es su mundo.

Volver a las mismas calles de hace unos años, es probablemente la muestra más triste de mi inconformidad. Porque intento encontrar aquello que en su momento, cuando esas calles fueron de verdad mías, nunca encontré. Y resulta que a veces no reconozco ni mis propios recuerdos. Para que ellos sigan vivos debo marcharme de nuevo, tan solo verlos de lejos porque de cerca, son una distorsión de sí mismos y por lo tanto, ya no son mis recuerdos.

Mucho de todo aquello cuanto tuve, ya no está, nunca fue mío, eran prestamos que el destino a su antojo cobró en el momento justo, y yo, vulnerable a las perdidas tanto como a los triunfos, me hayo entonces perdido en el atardecer, en el agua salada, en la garúa, en el verdor de los cerros y en los lirios que florecen; me quedo allí, porque a veces perdido es más fácil ser encontrado.

Continúo pues, este viaje sin fin, lleno de idas y de vueltas, de búsquedas y hallazgos, de alegrías infinitas y de penas mortales que encajan duro en el corazón cuando uno ni siquiera las espera. Continúo porque es el primer deber de todo gran viajero; porque al fin y al cabo la vida está llena de cosas maravillosas y porque muchas de ellas estoy aún por descubrir, y porque los recuerdos merecen ser honrados en el futuro que ellos mismos anhelan.


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