¿Por qué nos gusta tanto Halloween? De repente, en una década o menos, hemos convertido el 31 de octubre en algo nuestro. Pero el poder comercial de sus seguidores, los que abarrotan las calles con disfraces de miedo, contrasta con los adversarios orgullosos y (de repente) promotores del folclore nacional. El efecto parece repetirse a lo largo y ancho del mundo occidental.
Pero al igual que Halloween tiene sus orígenes muy lejos de tierras norteamericanas, otras tradiciones, incluso más fuertes e influyentes en nuestro día a día, también las tienen en lugares distintos y lejanos. Un ejemplo: el futbol; en el caso español.
En la teoría de las difusiones culturales, un meme (unidad cultural que puede pasar de una sociedad a otra o de una generación a otra, o de una mente a otra, etc.) puede tener su origen en una mente/territorio/sociedad y evolucionar de manera infinita y muchas veces impredictiva hasta llegar a ocupar otras mentes/territorios/sociedades. La historia de la humanidad, en realidad, es un no parar de difusiones culturales, ocurren en diferentes direcciones, paralela, oblicua o perpendicularmente. Y a la vez.
La gastronomía, el deporte, la manera de vestir, el idioma, la tecnología, etc.; las sociedades hemos absorbido y abortado, por alguna u otra razón, cientos y diferentes tipos de tradiciones, desde que humanos somos. Y, muy particularmente, dudo que esa dinámica cambie, por mucho que no nos guste Halloween.
Contra el curso (natural o no) de la transculturización, poco se puede hacer, cuando las masas deciden globalizar algo, ¿quién puede detenerlas? Oponernos a la importación de tradiciones y fiestas es una postura igualmente respetable, pero debe argumentarse mejor. ¿Ocaso los mismos que repudian Halloween, sienten la misma indignación ante las cientos y miles de academias de flamenco que hacen vida ya no solo en el mundo occidental, sino alrededor de todo el globo?
PD: El título de este post es un pequeño homenaje a Samuel Beckett y a su obra.
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